Otra crítica aparecida esta vez en el diario La Opinión
EL KNOPFLER MÁS ÍNTIMOLa Plaza de Toros de Murcia se llenó para ver al ex líder de Dire Straits, quien deleitó al público con un sosegado concierto en el que repasó sus éxitos26 de julio de 2010 La Opinión de MurciaJAVIER GONZÁLEZ SOLERDesde que se anunció que Mark Knopfler actuaría en Murcia casi todas las entradas se agotaron y así era el aspecto que presentaba el sábado el coso de La Condomina: abarrotado. El guitarrista y cantante escocés dejó claro desde el principio que pensaba deleitar y satisfacer a sus miles de seguidores, pero también puso claras sus condiciones: quien pensara que iba a ver a quien fuera líder de los Dire Straits en una de las trepidantes actuaciones de la mítica banda podría despedirse, pues desde el primer momento dejó sentado (nunca mejor dicho) que iba a ser un concierto más para escuchar que para bailar. Su petición inicial de que no se grabara en video para favorecer la concentración del artista y sus seguidores y su actitud sentada en una silla daban los primeros indicios.
Lo de permanecer sentado durante todo el concierto parece ser debido a los problemas en la cadera que acusa desde el accidente de moto sufrido en 2003, pero también el repertorio escogido invitaba más al deleite con la música que a la fiesta. Aun así, la entrega del artista y su banda fue total y siempre se dirigió al público con ánimo de agradar, nada que ver con Van Morrison y otros divos que nos han visitado.
La gira lleva el título de su último álbum, Get Lucky, aparecido en septiembre de 2009. Pero como era de esperar no se limitó a tocar temas del mismo, sino que hizo un repaso de su amplia discografía, con un toque que él mismo define de autobiográfico, si bien el álbum del que más canciones extrajo fue Sailing to Philadelphia, su segundo disco en solitario. Se presentó con los mismos músicos que le acompañan en este disco y casi desde el principio de su etapa en solitario. Una banda compacta y sólida en la que cabe destacar a su inseparable guitarrista Richard Bennet, al bajista Glenn Worf y al baterista Danny Cummings rescatado ahora y que ya militó en una de las épocas de Dire Straits.
A pesar de que la gira se realiza en grandes escenarios, plazas de toros y polideportivos, podríamos decir que el espectáculo es austero (si cabe ese término cuando hablamos de estas dimensiones); es decir, no había pantallas de video ni espectaculares juegos de iluminación más allá de lo propio de un escenario de estas dimensiones, ni otro tipo de artificios, si bien la calidad del sonido era innegable. Por el repertorio y la actitud, se trata de un concierto más propio tal vez de un recinto más reducido que nos presentó al Knopfler más tranquilo, con una lista de temas cargada de influencias country y folk, y la sombra del maestro JJ Cale flotando en el ambiente.
Abrió el concierto con Border Reiver, el primer tema del último disco, pero no continuó por ahí, pues le siguieron tres de Sailing to Philadelphia y Hill Farmer´s Blues , de The Ragpicker´s Dream, con la que empezaban a calentarse los motores. A mitad del concierto, Dire Straits no se hizo esperar más tiempo y sonaron los primeros acordes Romeo and Juliet para delirio del personal que esperaba ya un aluvión pese a tratarse todavía de uno de los temas ´románticos´. Siguió con el mítico Sultans of Swing y la gente esperó tocar el cielo. Una versión aseada, muy fiel a su puesto en la historia, en la que la banda se redujo a los cuatro instrumentos de la primera formación de Dire Straits: dos guitarras, bajo y batería. Sonó el rock´n´roll, el dixie y el Honky Tonk, pero Knopfler, ahora con su icónica Fender roja, no elevó el tono para provocar la euforia, sino que continuó sentado y con ese tono intimo que dominó la velada.
Tomó las riendas el público e incorporó al repertorio el futbolísitico himno Oé oé oé oé al que se sumó improvisadamente la banda con la batería, el violín, el contrabajo y el acordeón, para continuar con los sonidos folk de Done with Bonaparte, tras la presentación de los músicos.
Tras Marbletown y Spedway at Nazareth, de su carrera en solitario, y de los discos ya citados volvió de nuevo Dire Straits a modo de despedida, esta vez con Telegraph Road, tampoco de las más marchosas pero con un final en alto, lo que provocó grandes aclamaciones entre un público deseoso de aplaudir. Les sirvieron una especie de chupito y se despidieron brindando entre grandes vítores. Llegaron los imprescindibles bises y, de nuevo, dos éxitos de Dire Straits, superventas pero en la línea ´tranqui´ de toda la noche: Brothers in Arms y So far away. Cerró el concierto en el segundo bis de nuevo con un tema del último disco, la intimista Piper to the End. El público de Murcia asumió desde el principio como se iba a desarrollar el concierto, no hubo trampa ni cartón. No hubo gancho ni pegada, pero sí buena música y nadie salió defraudado. Una noche para el recuerdo.
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