martes, 29 de septiembre de 2020

Deberes, deberes, deberes…

Deberes, deberes, deberes…

Estoy triste. Lo estoy por mi hijo, por Marc. Mi pequeño de 11 años. Lo miro y siento que hay tristeza y miedo en él. Puedo percibir su frustración y a la vez sus ganas de ir hacia delante.

Por el contrario, me alegra su capacidad de resiliencia, ese saber convivir con sus propios problemas y seguir adelante. Me alegra infinito su sonrisa y sus afectos. Porque Marc es un niño muy afectuoso, muy cariñoso.

Es un niño que necesita sentirse querido por aquellos que le quieren o que conviven con él. ¿Y quién no?

Estos días me siento triste. Lo veo trabajar duro, muy duro y siempre con ganas. Lo veo leer cada día páginas y páginas de libros que algunos adultos jamás abrirán. Lo observo hacer mil fotografías para hacer pequeños vídeos de Stop Motion. Participar activamente en las tareas de casa. Llamar a los abuelos y pasar un rato con ellos por teléfono preguntándoles cómo se encuentran. Lo disfruto cuando nos sentamos a comer y mantenemos una conversación entre todos sobre música, juegos, planes, actualidad o nuestro día a día.

Veo todos esos valores y resulta que también veo cómo está siendo su relación con su tutor.

La carga de deberes que está sufriendo este niño es monstruosa. Pongo un ejemplo:

Durante cuatro horas de clase hacen entre 6 y 10 ejercicios.

La dinámica es la siguiente, su tutor pone el ejercicio en la pizarra electrónica. Dice cuáles son las líneas generales para resolverlo y les dice que se pongan a hacerlo. Cuando él considera que el trabajo debe estar hecho, corrigen en común. Es decir, los alumnos dicen cómo lo han hecho y él verifica o no. Si es que no, pregunta a otro alumno. Explicación por parte del tutor: la justa. Insuficiente diría yo.

La excusa para no explicar es que todo lo que están haciendo ahora ya lo explicó el tutor durante la pandemia. ¡Mentira y gorda! Durante la pandemia hicieron una media de tres sesiones de 45 minutos de videoconferencia a la semana. Y todavía hay que dar gracias porque desde la Consejería sólo se le exigía una hora a la semana. El resto del tiempo fueron deberes a los alumnos.

Con esa dinámica de clase apenas pueden hacer y corregir, por encima, de 6 a 10 ejercicios diarios.

Ayer, el tutor mandó fichas con 30 ejercicios más un trabajo de investigación.

Fecha de entrega: hoy.

Hoy ha mandado la misma cantidad de ejercicios. Aunque el trabajo de investigación de hoy no tiene fecha de entrega.

Si recuerdo las matemáticas básicas, y las recuerdo, eso deja de 20 a 24 ejercicios para hacer en casa, más un trabajo de investigación.

Anoche, Marc terminó de trabajar a las 9 de la noche y no pudo con todo lo que había para hoy. Y no por que no estuviera trabajando duro, sino porque había muchos ejercicios que no habían sido explicados.

Así que pasó una hora al teléfono con su abuela (que era profesora de lengua y literatura) para que ella le explicara el tema (como buena profesora no le hizo los ejercicios, el esfuerzo es del alumno).

Y pasó otra hora conmigo entre explicaciones de matemáticas y dinámicas de cómo hacer un trabajo de investigación serio.

Estoy triste, claro que lo estoy. Ayer no pudo sentarse a hacer pelis de Stop Motion, ni a jugar con Legos, pero aún con todo el cansancio no perdonó su rato de lectura.

Ayer sólo me repetía, gracias mami, porque sin ti no podría hacerlo. Y a mi se me parte el alma.

Habéis leído y escuchado mil veces lo importante que es la vuelta al cole de las criaturas, sobre todo cuando son pequeños. Y sobre el problema que estaba provocando la brecha digital (que a lo mejor deberíamos afrontar de una vez y nombrarla por su nombre verdadero: ‘Brecha cultural’, pero eso es otro debate).

Y lo es, las criaturas tienen que ir al cole y además que sea público, nada de privados o concertados.

Habéis escuchado que los niños tienen que socializar y que no se puede seguir manteniendo una enseñanza virtual porque crea diferencias.

Y este es otro motivo de mi tristeza. El tutor de Marc nos ha dicho que los deberes y los trabajos de clase se entregan digitalmente, mediante la plataforma Classroom. Imagino que, si alguien no pudiera entregarlos por ese medio porque no tiene un escáner o una buena conexión a internet o un ordenador con el que trabajar en condiciones, y se lo dijera al tutor, pondría algún medio para la entrega no digital. Pero la realidad es que eso no se ha nombrado.

Y la socialización, ¿qué posibilidades de socializar tiene un niño que prefiere leer, hablar, escuchar música de Queen antes que correr detrás de un balón?

La realidad es que mi hijo se relaciona, con un solo niño, unos veinte minutos unas tres veces por semana. Y aún así es capaz de verle el lado bueno.

La brecha virtual y la socialización dijeron.

Y el acompañamiento emocional ¿qué?

Eso debe ser que no forma parte del trabajo del tutor, porque es inexistente.

Las criaturas necesitan acompañamiento emocional todo el tiempo. En tiempos de pandemia mucho más.

Vivimos en un pueblo con una IA en los últimos 14 días de 653 (datos del propio ayuntamiento). Yendo Marc al colegio y con esa incidencia hemos decidido que las visitas a los abuelos se han eliminado. Los abuelos son personas altísimo riesgo.

¿Imagináis que Marc se contagia, es asintomático y luego va a visitar a los abuelos y los contagia… Imagináis lo que sería eso para un niño de alta sensibilidad?

Así que mi hijo sólo puede disfrutar de los abuelos por teléfono o video conferencia.

Volvimos a las aulas porque era muy importante para las criaturas, porque necesitaban socializar, porque no todos estaban teniendo las mismas oportunidades.

Y eso es algo que comparto al 100%. La escuela hace todo eso y más.

¿Lo hace?

Con tutores así no.

PD: os voy a pedir que no me hagáis ningún #notallteachers o similar. Por lo único que digo esto es porque no quiero hablarlo delante de mi hijo y condicionar su forma de pensar. Esta es mi tristeza, no la suya.

A veces no se necesitan consejos, solo acompañamiento y comprensión, y este es uno de esos casos.

PD 2: para las que os estéis planteando que la solución es hablar con el tutor, descartadla. Lo intentamos el año pasado y fue contraproducente para Marc.


domingo, 27 de septiembre de 2020

Jabones artesanales de Romero y Lavanda - Ingredientes solamente


 


Jabón de Romero

Ingredientes

·         Aceite de Oliva Virgen Extra – 279 g

·         Aceite de Coco – 161 g

·         Aceite de Ricino – 70 g

·         Manteca de Karité desodorizada – 140g

·         Cera de abejas – 21g

·         Miel 7 g

·         Aceites Esenciales:

o   AE Lavanda – 3,2 g

o   AE Menta – 3,1 g

o   AE romero – 10,5 g

o   AE cedro – 4,2 g

·         Tintura de Benjuí – 2 g

·         Vitamina E – 7 g

·         Agua destilada – 214 g

·         Sosa cautica 99% - 87 g

Jabón de Lavanda

·         Aceite de Oliva Virgen Extra – 270 g

·         Aceite de Coco – 202 g

·         Aceite de almendras dulces – 121 g

·         Aceite de Ricino – 81 g

·         Aceites Esenciales:

o   AE Lavanda – 4,5 g

o   AE Bergamota – 15 g

o   AE Geranio – 4,5 g

o   AE Patchoulí – 6 g

·         Tintura de Benjuí – 3 g

·         Vitamina E – 7 g

·         Agua destilada – 217 g

·         Sosa cautica 99% - 89 g