miércoles, 14 de julio de 2010

PSICOLOGÍA DEL COLOR



Partiendo de una encuesta a 2000 alemanes de diferentes profesiones, Eva Heller se plantea la tarea de escribir un libro en el que se explique cómo ‘actúan los colores sobre los sentimientos y la razón’. No se trata de un estudio ‘pseudomístico’ en el que las asociaciones se justifican por simples cuestiones de gusto, sino que ahonda en la antropología, el lenguaje, las estructuras sociales, el dinero o la cultura.

El libro está estructurado en trece capítulos correspondientes cada uno de ellos a un color concreto. Éstos, a su vez, están divididos en subtítulos que desarrollan cada uno de los epígrafes que se han ido reflejando en la encuesta realizada.

A pesar de que el libro presta una atención especial a la cultura Alemana, Eva Heller no deja de lado otras como la china, la hindú o la americana, en las que los colores adquieren significados muy diferentes.

Si queréis saber porqué el verde es el color de la burguesía o conocer algo más sobre la teoría de los colores de Goethe no dejéis de leer este libro, cuya lectura se hace interesante y amena.

Los tintoreros borrachos.

Durante siglos, el color de la indumentaria no fue una cuestión de gusto, sino de dinero. La obtención de tintes era laboriosa, muchos colorantes tenían que importarse, y el teñido exigía un trabajo intenso; todo esto encarecía las telas. Sin duda también había tintes baratos, pero no eran resistentes a la luz y al lavado, y los tejidos quedaban pronto desteñidos. Pero el azul era la excepción: teñir de azul era fácil en cualquier parte, y desde tiempos primitivos se conocía un tinte estable a la luz: el índigo, que fue el tinte más importante. El azul índigo, el mismo de los tejanos, puede variar desde el azul pálido al azul negruzco.
El índigo hizo del azul el color preferido en todas las épocas para las prendas de vestir. Ello nos lleva a un nuevo significado del azul: el azul como el color de la vida cotidiana y del trabajo.

De todos los colores naturales, sólo el púrpura y el azafrán son estables a los lavados y a la luz, pero eran extremadamente caros. El tinte azul índigo tenía una particularidad: podía extraerse de muchas plantas distintas que crecían en todo el mundo. Se han encontrado momias egipcias envueltas en tejidos teñidos de azul índigo; en China, este tinte se conoce desde hace milenios; los celtas se pintaban la cara de azul con glasto para atemorizar a las tropas de César; los indios sabían cómo fabricar el azul índigo; y los tuareg, el pueblo de jinetes del Sáhara, tiñen sus ropas de un índigo tan intenso, que los cristales del tinte confiere a su ropa un brillo metálico que refleja la luz solar.

En Centroeuropa se obtenía el tinte azul del glasto, de nombre botánico isatis tinctoria –es decir, planta tintórea-. Es una planta herbácea de tallo recto, de 25 a 140 cm de altura, con un ramillete de numerosas flores pequeñas de color amarillo en su parte superior, en el tallo, están las hojas oblongas, que es donde se encuentra el colorante.

Carlomagno (768-814) ordenó el cultivo del glasto en todo su reino. En la edad media había ciudades famosas por sus cultivos de glasto: Erfurt, Gotha, Arnstadt, Lagensalza, Tennstedt; desde ellas se distribuía el glasto por toda Europa. Todavía a principios del siglo XVII, más de trescientos pueblos de Turingia vivían del glasto.

En la edad media, el oficio del tintorero era una ciencia secreta. Sólo gracias a la química moderna fue en parte posible descubrir los secretos de los tintoreros. El glasto se utilizaba de esta manera: sólo se cosechaban las hojas de las planta, cortándolas del tallo y dejando el resto de la planta en tierra, pues, al cabo de varios años volvía a ser útil; luego, las hojas eran trituradas y puestas a secar al sol.

Las labores de tinte exigían buen tiempo, debía hacer calor al menos durante dos semanas. En cuanto a los utensilios, sólo se necesitaban cubas, grandes y rectas, de troncos ahuecados, que se ponían al sol. En estas cubas se colocaban las hojas secas de glasto y se llenaban luego de un líquido hasta cubrirlas. El líquido era químicamente único: orina humana.

Esta mezcla de orina y glasto puesta al sol empezaba a fermentar y se formaba alcohol, que disolvía el colorante índigo de las hojas. Aunque en la edad media no se conocía el proceso químico, se sabía que la fermentación se reforzaba, obteniéndose más colorante, si se añadía alcohol. Pero el alcohol no se podía echar directamente a la mezcla porque podía estropearla. El alcohol se añadía de una manera indirecta: en antiguas recetas se dice que el tinte obtenido es especialmente bueno si se utiliza la orina de hombres que han bebido mucho alcohol.

El proceso duraba tres días por lo menos, hasta que el colorante se desprendía de las hojas. Si los días no eran soleados, podía durar una semana. Los operarios tenían entonces que dar vueltas a las podridas hojas una y otra vez. Lo hacían introduciéndose con los pies desnudos en las cubas, -quizá porque este método tiene la ventaja de que uno puede apretarse la nariz-. Por lo demás, debían mantener húmeda la pasta de hojas resultante y vigilar la cantidad de alcohol.

Según las recetas, el colorante se ha separado de las hojas cuando el hedor disminuye, pero aún no se puede teñir nada. El colorante disuelto en el alcohol debía hacerse soluble en agua mediante una segunda fermentación, para la que se añadía sal. Los tintoreros debían esperar de tres a ocho días más, en lo que lo único que tenían que hacer era remover la mezcla y reponer la orina evaporada, y sobre todo, seguir vigilando el contenido de alcohol de la mezcla, pues cuanto mejor era la fermentación, más abundante era el tinte y más intenso el azul. Sólo cuando la mezcla empezaba a enmohecer podían teñirse tejidos e hilos. Éstos debían permanecer un día entero en la mezcla para tomar suficiente tinte. Luego eran aclarados nuevamente en orina. Pero su color todavía no era azul, pues tenían el color desagradable de la mezcla. Sólo después de secar lo tejidos a la luz del sol aparecía el azul. El índigo es un colorante de oxidación. Y precisamente porque el color aparece cuando es expuesto a la luz, es tan estable.

El glasto tenía una ventaja adicional: podía almacenarse por tiempo indefinido. Cuando no había que teñir dentro de un plazo breve, se hacían bolas con las hojas fermentadas y se las dejaba secar. También se vendían de esta manera. Para usarlas de nuevo las bolas volvían a introducirse en orina.

Dejando aparte el hedor, la tinción era una actividad agradable. Los tintoreros trabajaban al aire libre, con buen tiempo, y además había que beber abundantemente. Cuando se veía a los tintoreros borrachos dormir al sol, todo el mundo sabía que estaban ‘haciendo el azul’. Y quien había hecho el azul, estaba borracho, o, cómo acabó diciéndose en Alemania del borracho: estaba azul.

Así de bonito era teñir de azul en Alemania, por eso sólo en Alemania se dice que los borrachos se ponen azules, y, cuando alguien no acude al trabajo, se dice que ‘está haciendo el azul’.

El uso del glasto pasó a la historia de forma bastante repentina, cuando fue reemplazado por un mejor tinte de índigo cuya elaboración no precisaba de alcohol adicional. Del glasto hoy no se conoce ya ni su nombre. Pero en Alemania quedaron las expresiones ‘hacer’ o ‘estar’ azul, todavía muy populares, aunque el origen de las mismas hace tiempo que quedó olvidado.
Título: Psicología del color. Cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón.
Autora: Eva Heller
Editorial: Gustavo Gili

4 comentarios:

Unknown dijo...

gràcias por tu post , estoy recopilando info sobre Isatis tinctòria i como obtener el polvo que tiñe de azul , tengo unas 30 plantas y este año lla estoy hyaciendo pruebas , he encontrado 4 recetas dististas para ontener el azul y ninguna se parece entre si , gran misterio , justo ahora estoy provando tu fórmula , de momento muy poco apetecible , si sale tinte no creo que tiña nada que después pueda teger....

Ana Belchí dijo...

Me alegra que te haya servido la entrada. Aunque quiero hacer una puntualización, la receta no es mía, está extraída de del libro que reseño arriba.

Ánimo y suerte con ello.
Saludos.
Ana.

María José dijo...

Muchas gracias Ana por tu aportación, Es un trabajo muy interesante y especialmente curioso saber que la orina era un elemento necesario para fabricar los tintes, quizá sería por la cantidad de sales que en ella se contienen.
En el segundo libro de Los Pilares de la Tierra "Un Mundo sin fin", hablan de como preparaban en la Edad Media, los tintes de color púrpura, era un trabajo muy laborioso, y lo solían guardar en secreto los que habían conseguido descubrir el modo del teñido, eso les hizo muy ricos. porque consiguieron pasar de los colores pardos a los brillantes y espectaculares púrpuras.Es un capítulo muy interesante también.
Gracias otra vez
Un besito
María José Mapepa.

Ana Belchí dijo...

Maria José, me alegro que te haya gustado. Este es un libro altamente recomendable si estás interesada en el color.

Besos, guapetona.
Ana