Voy por la calle absorta en mis pensamientos y de repente, al mover la cabeza me encuentro con alguien conocido: ¿paro y saludo o digo un simple hola desde el movimiento? Es un milisegundo de duda, la mente se siente torpe, el cuerpo se contrae antinaturalmente. El instante pasa y todo vuelve a la normalidad.
¿Os suena familiar esta escena? Nos ha pasado a todos y efectivamente una vez pasa ese momento todo vuelve a su sitio, no hay mayor trascendencia, no se acaba el mundo, ni siquiera podemos considerarla negativa.
Pues ese instante de inquietud o desasosiego es el que marca mis días actualmente. No lo veo como malo, es algo incómodo, algo a medio terminar.
Tengo la sensación de tener demasiadas ideas y proyectos dentro de mi cabeza y no tener capacidad suficiente para materializarlos.
Me planteo si es mejor trabajar de manera secuencial (empezar y acabar un proyecto) o desarrollar los proyectos simultáneamente.
Paso excesivo tiempo haciendo tareas que no me gustan pero son imprescindibles. Ya sabéis eso de: ‘Lo urgente no me deja tiempo para lo importante’.
En fin, como decía arriba: Días extraños
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