Tenía una tía que siempre me decía que la independencia tiene un coste muy alto.
Durante años creí en aquella sentencia. La verifiqué, la
legitimé y la hice mía.
Tiempo después dudo de aquella frase, no creo que la
independencia tenga un coste muy alto, sino que es la consecuencia de no vivir
siguiendo el dictado y las normas establecidas.
Porque no es independencia, es soledad.
La soledad de saber que no encajas en ningún sitio, la
soledad de ir contracorriente casi todo el tiempo, la soledad de conectar cosas
antes que la mayoría.
Pero reconocer que estás sola es una de las cosas más duras a
las que enfrentarse, es realmente difícil saberse aislada, darse cuenta de que
por mucho esfuerzo que hagas no vas a encajar con la mayoría de las personas a
las que te encuentras en tu vida.
Es deprimente tener la certeza de que la búsqueda de
aquellas que comparten contigo se va a convertir en una tarea titánica de la
que seguramente no salgas airosa.
Por eso le cambiamos el nombre y lo llamamos independencia y
nos engañamos haciéndonos fuertes frente a los demás.
Es por supervivencia, porque sabemos que si las solitarias
nos mostramos vulnerables seremos el saco de boxeo de aquellas de los que
queremos huir.
No es independencia, es soledad.
Y somos muchas las que somos independientes…