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miércoles, 26 de mayo de 2010

PESADILLAS


He vuelto a tener una pesadilla.

Transformada en una vulgar Rita Hayworth en la escena de los espejos de ‘La Dama de Shanghái’, miro a mí alrededor y veo caras desfiguradas que se ríen de mí. Sola, en el centro de la estancia, de pie, inmóvil, reconozco una figura que se me acerca.

Extiende su mano, me acaricia la barbilla, me mira con condescendencia. Casi se adivina la pena en su mirada y eso me enfada. Doy un manotazo y lo aparto de mi lado. Pero vuelve a repetir el gesto y me pide que mire en alguno de los innumerables espejos.

Mi cara está sangrando, toda la piel del rostro se está desprendiendo del hueso, toda mi piel, ya no solo la de la cara está resbalando de mi cuerpo. Grito y la voz no sale.

Mi acompañante da un paso atrás. Su mirada, socarrona, se clava en mis ojos, que aún permanecen en las cuencas. Se gira y abre un espejo, por el que empiezan a pasar espectadores de caras borradas que me escudriñan. Hay médicos que teorizan sobre si lo que ven es posible o un truco. Hay curiosos que intentan tocar el pellejo inerte que aún desciende por mis piernas. Y esa reconocible figura continúa de pie, impertérrita, riendo, disfrutando del espectáculo de mi decadencia.

Me vuelvo a mirar en los espejos, ahora soy la mujer gallina de la ‘Parada de los Mostruos’. Tomo aire, lleno mis pulmones y grito, grito, grito, grito… Hasta que me desgañito y el alarido se hace tan real que me despierta.

Me he despertado sentada en la cama, empapada de sudor, con el pulso acelerado, petrificada y sola.

No había nadie que me abrazara, nadie que me engañara diciendo que mi dolor se iba a acabar. He salido de la cama, todo en silencio, a oscuras y la casa seguía medio desierta. Cajas por los pasillos, maletas a medio hacer y yo sola en medio de ese caos.

Y he vuelto a darme cuenta de que estoy sola, que lo he perdido todo y que he tirado la toalla.

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