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lunes, 3 de mayo de 2010

DIARIO ÍNTIMO I - VIRGINIA WOOLF (II)



Lunes 25 de octubre (1920)

(Primer día de invierno) ¿Por qué la vida es tan trágica, tan semejante a una acera al borde del abismo? Miro hacia abajo; siento vértigo; me pregunto si podré caminar hasta el final. Pero, ¿por qué siento esto? Ahora, mientras lo escribo, dejo de sentirlo. Arde el fuego; vamos a ir a La ópera de los mendigos [de John Gay]. Sólo esta sensación permanente alrededor de mí. No puedo mantener los ojos cerrados. Es una sensación de impotencia, de futilidad. Aquí estoy, en Richmond, y como una linterna encendida en mitad del campo, mi luz se pierde en las tinieblas. La melancolía disminuye cuando escribo. ¿Por qué entonces no escribo sobre ella más a menudo? La vanidad me lo impide. Me gusta aparecer como una triunfadora, incluso ante mí misma. Pero jamás llego al fondo del asunto. Es por no tener hijos, por estar lejos de mis amigos, por ser incapaz de escribir bien, por gastar demasiado en comida, por envejecer. Me obsesiono demasiado con los cómos y los porqués; demasiado conmigo misma. No me gusta que el tiempo aletee a mí alrededor. Bien, entonces, trabaja. Sí, pero el trabajo me cansa demasiado pronto: apenas puedo leer un poco, escribir una hora ya me parece mucho. Aquí nadie viene a hacerme perder el tiempo agradablemente. Si lo hacen, me pongo de mal humor. El esfuerzo de ir a Londres es demasiado grande. Los niños de Nessa crecen, y soy incapaz de invitarlos a tomar el té o de llevarlos al zoo. No me sobra el dinero, no me puedo permitir demasiadas cosas. Pero estoy convencida de que todo esto son trivialidades: es la vida misma, pienso a veces, la que es trágica para nuestra generación. No hay periódico que no traiga el grito de dolor de alguien. La infelicidad está en todas partes, detrás de la puerta; o la estupidez, que es todavía peor. Así que no me puedo librar de la irritación. Tengo la sensación de que volver a escribir El cuarto de Jacob me devolverá las fuerzas. Y, a pesar de todo, soy tan feliz… Si no fuera por la impresión de que la vida es una acera al borde del abismo.

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