miércoles, 14 de marzo de 2012

ENGRACIA GARRIDO TILVES

Mi madre siempre me decía que de joven era como Ava Gardner. En realidad, más guapa que la propia Gardner. Y a mi me encantaba imaginármela como una actriz de cine, vestida con sedosas telas y suntuosos abrigos blancos. Con su pelo azabache peinado con tenacillas. Entrando cual actriz de Hollywood en el salón de baile del barco que la llevó a vivir a Argentina durante un año.

Me sentía fascinada cuando mi madre me contaba que ella y mi abuelo habían ganado un concurso de tangos en Buenos Aires.

…Y su vida, que fue muy dura, marcada por una guerra, por la enfermedad, por la pérdida… Pero hoy me es imposible pensar en lo triste.

Hoy me viene a la memoria el sabor de la sopa inglesa, receta que mi abuela trajo de Argentina y que sus hijas y algunos de sus nietos preparamos en las fiestas.

Recuerdo los domingos en los que mi hermano y yo, siendo unos niños, tomábamos el autobús que nos llevaba ‘al huerto’ para comer, como todas las veces que íbamos, paella y arroz con leche.

Sus visitas a la peluquería todos los viernes y cómo la veía dormir en el sillón con el cuello rígido, la cabeza suspendida en el aire para que nada la despeinara.

Y aquella naranja, enorme y brillante que un día cogí del árbol para comérmela y que mi abuela miraba todos los días esperando su punto óptimo de maduración.

Cuesta mucho pensar que ya no está.

Sit tibi terra levis, abuela.

3 comentarios:

Iguru dijo...

Un abrazo gordo gordo.Petons

encarna dijo...

Querida Ana

Esto tan hermoso y vital que has escrito sobre tu abuela nos sirve de consuelo para todos aquellos que tanto la queremos.

A todos nos ha dejado muchas cosas. Entre ellas una: su bondad. Siempre nos descansaremos en ella.

Un beso muy fuerte, Ana

Encarna

Lola dijo...

Querida Ana: nadie podría haber hecho un comentario con tanta sensibilidad, amor y calidez como el que tú has reflejado en este texto. Has sabido percibir sus grandes momentos con una capacidad de síntesis que muchos querrían para sí. Tu visión es límpida, gratificante y huye de lo lacrimógeno.Destacas la anécdota cotidiana como lo más importante de toda una vida y esa es la propia realidad: lo que nos lleva a mostrarnos cómo éramos, somos y seremos.Y esos aspectos de una existencia tan dilatada en el tiempo, esa intrahistoria contiene el placer del conocimiento de la persona y la prolonga en el tiempo. Tiempo que será de todos nosotros.
Muchas gracias.
Engracia Garrido Tilves se habría reído con esos detalles mientras degustaba un gran dulce o, mejor, un gran helado.
Besos